El hijo de la gitana*
Tú no lo sabes, Manrico. Tampoco el Conde. (¿Y qué diablos importará después de todo?) Tu madre es prisionera de una verdad que le hace abrir los ojos ante el negro batir de la amenaza.…
Tú no lo sabes, Manrico. Tampoco el Conde. (¿Y qué diablos importará después de todo?) Tu madre es prisionera de una verdad que le hace abrir los ojos ante el negro batir de la amenaza.…
Regresar: –¿A dónde? Si lo que necesito está en el vertedero de alegrías oculto en un café que no acaba de adoptar su amargura funeraria. En el portazo que sucede al “¡y no vuelvas jamás…
Bajo la extensa piel que me contiene el silencio La voz sajada que no sabe que sé más de ella misma que de mi propia llaga Bajo el nudo sostenido en la garganta la terca…
Estas letras sedujeron al potro que llevo por memoria: “Ella prefería las flores, las armerías marinas y las crestas de gallo.” Ella: ¿Quién es ella? ¿Cuál es su nombre? ¿Quién ha escuchado su sibilante voz…
Juguemos a cambiar de piel y de senderos. A perturbar la luz y a cegar en la mirada los últimos destellos del cristalino. Juguemos a ocultar bajo un dosel de niebla que abraza nuestros gestos…