Leer Carne magra, el segundo libro de poesía de Víctor Gerardo Grajeda Vargas (Huauchinango, Puebla, 1958) es adentrarse a un pequeño universo verbal.
En él la aparición de un erotismo brumoso se amalgama con la irrupción de un discurso poético donde el caos primigenio se confunde con el amor fatal y con la decadencia a la que remite esa magrura de la carne a la cual el título hace referencia. Desolación amorosa, despliegue de un dramatismo al que podría llamarse erótico y transgresión formal se conjuntan en este libro del autor de El club de la libélula de un modo tal que el resultado no puede sino inquietar a sus lectores.
En el pequeño volumen un yo poético dialoga con un tú, el del personaje mujer al que alude la mayoría de los poemas, y lo hace desde la crudeza del lenguaje (…Quiero un poco de esa niebla que te sigue/ que te busca/ de esa que se disfraza de canción de cuna/ para ver si logra llevarte a la cama); desde la referencia dramática al acto amatorio, a la orfandad y a la sordidez del alcoholismo y la pobreza (…Cuentan los que saben que su abuela ebria de esperar compañía para despedir a su madre, Salió del jacal mordida por la madrugada y el insomnio que provoca los deseos insatisfechos…) y desde la mitología fantástica que el poeta se crea para amalgamar el caos surgido del origen (Empezaron a brotar de las grutas, De las hendiduras de la tierra, Eran como fantasmas negros, Como luces sin brillo, Reptaban en los valles, En los bosques…).
En Carne Magra el deseo acecha detrás de su materialización, escindido entre la fatalidad del amor y su desmesura:
Dicen que hay que esperar muchos días para verte,
Esperé toda mi vida y no te he visto,
Me conformo con el rumor del viento
a esa hora maldita en que el alma necesita
un cuerpo que acariciar,
Rumor como de aldabas extrañando un cancerbero,
Rumor de deseos en estampida…
Miembro de una generación de poetas —la de los años cincuenta del siglo pasado— que en Tabasco ha privilegiado el empleo de un verso cadencioso fincado en la enumeración, en el paralelismo, en el encadenamiento verbal como mecanismo de construcción poética (A esta hora cuando el rechinar de los resortes/ perdona la vida a los transeúntes/ y los cigarros condimentan la lujuria/ queremos derramar un poco de miel de Abril…), Grajeda Vargas ha escrito con Carne Magra un libro que en el concierto de la poesía tabasqueña reciente parece dialogar, por ejemplo, con algo de lo que han escrito poetas como Ramón Bolívar o Isidoro Villator.
Como Grajeda Vargas, ambos nacieron en la década de los cincuenta del siglo anterior y como él los dos abordan reiteradamente en sus libros el vínculo amoroso en su vertiente erótica —más hedonista en el caso del autor de Rumor como de labios; como imposibilidad del otro por lo que corresponde al autor de Pequeñas cuerdas en el estanque de los trampantojos—, y es con cierta poesía de este último con la que los poemas de Carne Magra parecen emparentarse cuando la liga indisoluble entre origen-amor-muerte-desolación preside al discurso amatorio.
Habría que buscar en las lecturas del autor, como él mismo ha dicho, el origen de esta predilección por un erotismo descarnado y fatalista. Esa búsqueda talvez podría conducirnos a confirmar lo que de un modo o de otro sospechamos: Carne Magra es producto, fundamentalmente, de una amalgama de influencias de las cuales el autor no es —ni tiene porqué ser— conciente y es probable que allí pueda encontrarse lo mismo una vena afroantillana (hay en varios de los poemas una persistente caravana de negros) que una ascendencia de cierta escritura latinoamericana (Rubén Darío, Macedonio Fernández, García Márquez) obsesionada con un erotismo en el que el amor y la muerte dialogan allí donde una femme fatale aparece.
Me oculto entre tu danza
entre tu carne magra
me refugio
soy ese rumor del mar que grita eternamente
tierra a la vista,
Aunque formal y semánticamente los poemas de Carne Magra no contengan mayores logros —la osadía verbal en ellos se agota en la ausencia de puntos, en su sustitución por comas y en el empleo arbitrario de mayúsculas inmediatamente después de éstas— en ellos es posible encontrar el sonido de una voz que se atreve a tratar de encontrarse. No hay, tras esa búsqueda, un hallazgo deslumbrante.
Para fortuna nuestra, la de sus lectores, el de Grajeda Vargas es sin embargo un universo literario que todavía —en medio del silencio y la irrupción ahogada de su voz— todavía se expande.
Acerca del autor
- Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.
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