Visita al Cristo negro de Tila (primera parte).

Dividida en dos partes, la presente bitácora de viaje de Rolando García de la Cruz lleva a sus lectores a hacer un recorrido por la ciudad de Tila, Chiapas, centro ceremonial del Cristo negro conocido por propios y extraños como el “Señor de Tila”. Acerca del carácter de ese culto ancestral que sigue atrayendo a miles de peregrinos trata este testimonio de visita a esa localidad chiapaneca rodeada de selva y enclavada entre serranías.

Mientras viajaba en el autobús, fui admirando los paisajes que se me ofrecían en la ventanilla: ríos, peñascos, selva. El autobús se detuvo en una de las cascadas a orillas de la carretera y el chofer bajó a tomar un poco de agua. Continuamos subiendo, hasta encontrarnos casi entre la neblina de las montañas.

Finalmente llegamos a nuestro destino. El transporte no llevaba ni la mitad de los asientos ocupados. Pregunté al chofer por las “vans” y los horarios de salida del día siguiente. Me dio las corridas, miró su reloj y dijo: “Pero mi horario no es el de ustedes”. “¿Por qué?”, pregunté. “Porque nosotros no cambiamos nuestro horario de verano, sólo ustedes”, afirmó. Para él, yo representaba al resto de la república.

Lo primero que hice fue entrar a una fonda. Pedí unas empanadas de pollo con ensalada de betabel y zanahoria. Unas jovencitas estaban haciendo tamalitos “de bola”, como le llaman ellos. Y es que a la masa le dan forma cilíndrica; dentro llevan carne de cerdo o pollo. Luego la envuelven con hojas de maíz y la amarran en los dos extremos.

La señora de las empanadas me confirmó que ellos no tenían el llamado “horario de verano”, sólo las oficinas gubernamentales usaban el cambio de horario, para estar acorde con las instituciones de fuera de Tila. “Pero ya mañana ustedes estarán como nosotros”, comentó.

Subí por la calle principal hasta encontrar un callejón con vendedores, como un tianguis. Tomé algunas fotos y pasé entre los vendedores. Del otro lado de la calle había una bajada, por donde descendí. Ahí vi a dos hombres tirados en el suelo. Uno estaba completamente dormido. Pasos más abajo estaba el otro con la cara sangrada, pero la sangre parecía ya estar seca; daba la impresión de que se acababa de despertar.

Continué bajando hasta encontrar otro callejón. Para subir, avancé hasta llegar a una esquina donde vi una ermita. Resultó ser el de Santa Marta Virgen. Sobre una de sus paredes exteriores estaba escrita la cita bíblica de la resurrección de Lázaro y en la otra pared la cita de Marta y María. La ermita es muy pequeña, apenas unas bancas. En medio, una mesa donde reposaba un Cristo negro, vestido con túnica purpura.

Detrás de él, estaba el altar a Santa Marta. La Virgen es de madera con un vestido verde, tenía una capa roja con fondo blanco. Usaba una corona y un cetro. En la otro mano sostenía un incensario y creo que un libro. La Virgen tenía el mentón algo alargado, los ojos inclinados. Arriba de ella había un Cristo crucificado.

Todo estaba decorado con telas, flores y otras imágenes sacras; también había fotografías de personas que han hecho algunas promesas. Las sábanas y manteles tenían bordados los apellidos de las familias que las habían donado. También había flores naturales o de papel.

Luego, subí por un callejón hasta llegar a un costado de la Parroquia de san Mateo. Por ese lado se encuentra la oficina parroquial. En la antesala hay diplomas de graduados, que llevan una copia de sus títulos como agradecimiento. Las paredes están tan llenas de esos títulos, que hasta en el suelo hay. Muchos son graduados de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

Hay fotos de ganado vacuno que la gente lleva como agradecimiento por la buena producción ganadera. También hay fotos de personas y dibujos. Sobre ese lado hay una capilla de veladoras. Dicen que en las fiestas patronales llega tanta gente con ellas, por lo que se ha dedicado esta capilla para tal efecto. Hoy, sólo había siete veladoras y siete velas, y dentro unas cuantas fotos y diplomas sobre una mesa.

También había un letrero que indicaba “Prohibido tomar trago en este santuario de Tila”. El templo tiene dos torres, la fachada es muy sencilla. Tiene algunos nichos con cruces rojas, pero otras tienen unas anclas con sus lazos. Lo curioso es que este pueblo está entre montañas, muy alejado del mar, y eso tal vez sea un símbolo de esperanza.

Su austera nave es muy grande y alta. Como a varias iglesias de Chiapas, le han cambiado las vigas de madera por unas metálicas y su tejado ha sido sustituido por láminas de metal sobre las que descansan láminas de plástico que simulan tejas. La iglesia estaba vacía, por lo que pude caminar sobre su pasillo central hasta llegar al altar. Ahí arriba estaba el Cristo negro, una imagen sacra muy milagrosa, según había yo escuchado.

Cerca del altar había otro altar a los fieles difuntos, aún no le ponían las ofrendas. Subí por uno de sus costados para ver al Cristo más de cerca, a pesar de estar prohibido tomarle fotos, y conseguí hacerme dos autorretratos con él. Sus pantorrillas están protegidas por una caja de acrílico donde la gente pone dinero, mensajes en papeles, entre otras cosas.

Detrás del Cristo hay un anuncio que indica “Milagros de oro, entregar a los sacerdotes o a las hermanas Rel., por favor”. El Cristo tenía una falda muy elaborada en color vino y tenía largos mechones de cabello ondulado, junto con una gran corona dorada con rayos. No sé si la corona es de oro. El Cristo tiene una antigua talla y la cruz es de un decorado complicado.

Hay un escrito de 1696 en el que Fray Francisco Núñez de la Vega le informa al Papa Clemente XI sobre una “imagen muy antigua de Nuestro Señor Salvador en la Cruz, que se veía teñida y rodeada desde hacía muchísimo por una negrura casi secular”. Se infiere que en su fiesta hay gran cantidad de peregrinos, de manera que han tenido que hacer dos vallas en los costados de la iglesia para que los peregrinos suban en fila hasta el Cristo y bajen del mismo modo hasta casi la puerta principal. También la nave tiene una división con esas vallas.

Aproveché para platicar con uno de los mayordomos de la iglesia, quien me comentó que el Cristo tiene un hermano gemelo en Guatemala. En tiempos de Tomás Garrido Canabal tuvieron que llevarse al Cristo a ese país centroamericano para salvarlo de la destrucción, según me dijo. También me contó que el Cristo apareció en una cueva del cerro de San Antonio, el cual tiene una cruz enorme en su cima.

Hay fotos de ganado vacuno que la gente lleva como agradecimiento por la buena producción ganadera. También hay fotos de personas y dibujos. Sobre ese lado hay una capilla de veladoras. Dicen que en las fiestas patronales llega tanta gente con ellas, por lo que se ha dedicado esta capilla para tal efecto.

Dentro de las leyendas que existen alrededor de ese Cristo, me comentó que el día en que contrataron a un restaurador de imágenes, el Cristo fue bajado para ser limpiado y retocado. Pero un día antes de la actividad, sucedió que amaneció ya embellecido y sin que el restaurador lo hubiera tocado. Desde entonces no lo han vuelto a bajar.

El Cristo que sale en procesión es una réplica más pequeña. El mayordomo también me comentó que el Cristo tiene tres fiestas: el 15 de enero, fecha de la fiesta patronal, en la que por nueve días peregrina por los barrios del pueblo; en Semana Santa y el jueves de Corpus Christi. Me dijo que algunas personas hacen sus promesas pintando el templo, y cada tres años regresan a pintarlo.

Después de la larga charla, entré al antiguo campanario para tomar unas fotos. A la salida del templo había tres hombres quienes me miraron extrañamente. Yo andaba en short, lentes oscuros y mochila a la espalda, por lo que no pasaba desapercibido. Había contados jóvenes que usaban short. Tuve la impresión de ser el único turista ese día, ya que no era temporada de fiestas. Saludé a los tipos y continué mi camino.

Acerca del autor

Rolando García de la Cruz
Antologado en los libros «Voces Papantecas», de la Coordinación de escritores papantecos y «Espejo de letras» en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Su relato «Un paseo por la Concha» ha sido mencionado entre los diez mejores trabajos de Latinoamérica en el certamen «Un fragmento de mi vida» organizada por la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía en el 2011.

About Rolando García de la Cruz

Antologado en los libros «Voces Papantecas», de la Coordinación de escritores papantecos y «Espejo de letras» en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Su relato «Un paseo por la Concha» ha sido mencionado entre los diez mejores trabajos de Latinoamérica en el certamen «Un fragmento de mi vida» organizada por la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía en el 2011.