Lluvia torrencial en Villahermosa. Muchas calles se anegaron de inmediato ante la insuficiencia de los registros para contener tanta agua. Hay hileras interminables de vehículos por todos lados.
La ciudad se ha quedado pequeña en medio de su progreso voraz y no parece haber autoridad que tenga una idea mediana sobre cómo remediar la convulsión esperpéntica que sufre. Durante casi dos horas hubimos de permanecer en casa de mi cuñada, que vive en la colonia Gaviotas y que ha hecho el favor de cuidar a nuestro niño durante todos estos días mientras mi mujer y yo volvemos por él cuando se cumple nuestro horario de trabajo.
El agua sube y sube. Alcanza pronto el borde de las aceras y amenaza con introducirse a las casas. Así lo hace, de hecho, en una buena cantidad de colonias villahermosinas asentadas en las márgenes del río Grijalva. En la radio, la noticia principal no puede ser otra que la de la lluvia que cae a raudales y que pronto hará brotar las quejas y el lamento de los vecinos. Ciudad, la nuestra, construida al garete, en el desorden y sin el respeto debido por las aguas que vuelven siempre a ocupar el sitio que les corresponde. Ciudad nacida para gozar —y sufrir— la presencia siempre escandalosa del agua.
Acerca del autor
- Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" y "Todo está escrito en otra parte". Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios de circulación estatal y nacional.
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