Diario peligroso. Día 31.

Mujer caminando por las calles de San Petersburgo, fotografía de Eduard Gordeev.

Inesperado, del todo inesperado. Tú saliste a la calle y la encontraste. Ella estaba allí, en donde menos podrías haberlo imaginado.

Sabías que era cuestión de tiempo, que el mundo es muy pequeño y que no hay forma de esconderse sobre esta tierra miserable. “¡Síguela!”, gritaron cuerpo y alma al par…”, recordaste que reza el poema de Nervo, pero pensaste que eso sería exponerte a un acecho innecesario y sospechoso. 

Decidiste que lo mejor para ti, y para ella, era seguir de frente, como si no se conocieran, como si nunca se hubieran visto. Claro que, si la oportunidad lo permitía, podrías haber volteado y, furtivamente, cuando nadie reparara en lo que hacías (menos aún, ella) observarla. ¿No es eso lo que hacen los que acechan, los que intentan, como los Holmes, los Poirot, los Dupin de la literatura, poner el ojo en la presa?

¿Qué ha hecho ella con todos estos años? ¿Dónde ha metido el tedio y la desesperanza que creíste haberle visto la última vez que se encontraron? ¿Dónde has metido tú, por otro lado, la alegría, la ilusión de dejar de ser, a sus ojos, un don nadie?

Claro que, si la oportunidad lo permitía, ella (femme fatale imaginaria, Emma Bovary, Helena de Troya, Circe) también te habría mirado. ¿Quién te asegura que en efecto no lo hizo? ¿Qué tal si, a tus costillas, avizoró tu figura, esa agrandada figura que los años se han encargado de confeccionarte? ¿Y qué si descubrió al mirarte desde su posición de “francotiradora” que ya no eres más el Rock Hudson que creía encontrar en ti cuando te hallaba irresistible? A propósito, ¿habrá cambiado ya de gustos cinematográficos?

Te dices que, después de todo, no crees que ella haya pensado en la posibilidad de espiarte. “Se habrá ido de largo”, te dices a ti mismo. “Se habrá olvidado también de que una vez ella y yo fuimos uno”.  Quedé como en éxtasis… Con febril premura, «¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par…Pero tuve miedo de mirarla —y de mirarme—, de abrir mis heridas que suelen sangrar.

Acerca del autor

Francisco Payró
Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.

About Francisco Payró

Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.