Brotes de inconformidad en casi todas las escuelas del estado con motivo de la llamada reforma educativa que el gobierno federal impulsa desde hace varios años, luego de haberse pactado entre varios partidos políticos.
Una gran cantidad de maestros marcha por las calles principales de Villahermosa y protesta en contra de lo que en realidad consideran una reforma laboral “punitiva”. “¡Nos quieren quitar la plaza!”, “¡Nos quieren quitar el plato de comida que es de nuestros hijos!”, “¡Se acabó nuestra jubilación, fuera los políticos corruptos!”, “¡Abajo el mal gobierno de Peña Nieto!”.
La inconformidad ha venido creciendo desde hace mucho. En estos días una gran cantidad de escuelas amenaza con cerrar sus puertas para sumarse a la protesta. Sus maestros se unen a las movilizaciones convocadas por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y otras organizaciones gremiales. Es difícil, sin conocer bien en qué consiste la reforma, intentar tomar partido.
El gobierno asegura que la reforma resuelve el problema de la pésima calidad educativa que por décadas este país ha venido padeciendo y los maestros dicen que el propósito de reformar la cuestión educativa es privatizarla con cargo al bolsillo de padres y de maestros. Por eso, en muchas de las escuelas los padres de los niños son quienes encabezan el cierre de los planteles, aunque las autoridades han dicho que lo hacen a raíz de la desinformación y el engaño al que los someten los propios profesores.
Como quiera que sea, la vida cotidiana en Tabasco está marcada en estos días por lo que los maestros y sus dirigentes sindicales hagan o dejen de hacer. En la escuela primaria del lugar donde vivo una cartulina anuncia la suspensión temporal de clases. Una vecina maestra me cuenta, mientras le doy el aventón a la salida del pueblo, del daño que la reforma inflige a sus garantías laborales: “se acabaron las plazas, ahora sólo habrá maestros por contratos” —dice— “ninguno de nosotros tiene ahora el trabajo asegurado”.
Mi hermana Briceida, maestra de pre-escolar en nuestro pueblo, me dice que a ella y a varias de sus compañeras con más antigüedad las autoridades educativas les han ordenado buscar otra escuela donde impartir clases, debido a las “correcciones” que la reforma dice introducir al sistema de asignación de centros de trabajo a profesores. Eso las deja en la indefensión. Como si de buenas a primeras tuvieras que irte del lugar donde laboras desde hace mucho, y como si los vicios y los desórdenes que pudieron haberte llevado allí los hubieras creado tú.
A mí, que creo atribuir gran parte de lo que soy y he de dejado de ser, a mi autodidactismo, me cuesta trabajo entender la rebelión de los maestros. Les creo cuando hablan de la arbitrariedad y la soberbia de los políticos y los funcionarios del gobierno, responsables de la política educativa, pero mi solidaridad tiene problemas cuando me acuerdo de los maestros faltistas, chambones, marrulleros, barcos, pésimos lectores, “dictadores”, examinadores de “memorias”, politiqueros y fiesteros que he conocido —o creído conocer en mi vida— y a los que creo ver en cada manifestación o protesta magisterial-sindical que deja sin clase a millares de alumnos de decenas y decenas de escuelas.
Mi padre fue un maestro que educaba. Como él, una gran cantidad de maestros educan todos los días en las miles de aulas escolares que hay en el país. Educan para la vida. ¿Para qué clase de vida educarán a nuestros hijos, cuando marchan, los maestros faltistas aglutinados en la CNTE y en el resto de los sindicatos involucrados en el paro al que han venido convocando?
Acerca del autor
- Macultepec, Tabasco (1975). Economista y escritor. Autor de "Bajo el signo del relámpago" (poesía), "Todo está escrito en otra parte" (poesía) y "Con daños y prejuicios" (relatos). Ha publicado poesía, ensayo y cuento en diferentes medios y suplementos culturales de circulación estatal y nacional.
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